Llegó a mis manos un paquete
de galletitas “integrales”. Como es tradicional en los envases alimenticios tiene
un listado de sus ingredientes. Dice:
CONTIENE:
Harina 100% integral, azúcar 100%
integral, antioxidantes naturales, aceite de girasol alto oleico, avena
arrollada, aceites esenciales.
Pero lo novedoso de esta
cultura sana y “Light” es que se
obliga también a comenzar una lista de lo que no hay. Dice:
NO CONTIENE:
Azúcar blanca, rubia ni negra, harina
blanca, aceite hidrogenado, óleo margarina, grasa bovina, conservantes,
colorantes artificiales, antioxidantes sintéticos, productos de origen animal.
Me llama mucho la atención
esta tendencia de pretender aclarar lo que no hay. Por un lado me generas
severas sospechas de aquellos productos que no aclaran lo que no tienen. Pero básicamente
me parece que se está abriendo la puerta a una tendencia inmanejable. Está
claro que la lista de lo que contiene enumera los productos con los que fue
hecha la galletita de marras, pero la lista de los ingredientes que no están
está terriblemente incompleta.
¿Tendrá veneno para ratas?
En la lista “CONTIENE” no lo nombra, así que no debe tener. Pero en la lista “NO
CONTIENE” tampoco figura, de modo que puede ser que tenga.
Las galletitas asimismo no
contienen Océano Atlántico, papel maché, visión nocturna o recuerdos de
infancia.
El pobre fabricante, llevado
por la tendencia sana del consumismo insano, se ve a obligado a hacer listas
por la negativa. No hace falta ser matemático para entender que la lista “CONTIENE”
es un conjunto de número reales: el de los productos que se usaron para fabricar las galletitas,
mientras que el grupo “NO CONTIENE” es un conjunto infinito: Lo que no hay.
Moraleja: No tiene sentido
definir por la negación.
(Y este no es el único ejemplo...)